La batalla de Granson fue una nueva derrota para la caballería: se formaba a los Suizos en un lugar estrechado, entre el lago de Neufchâtel y la montaña; atacarlos era correr clara a una derrota: pero Charles el Temerario, que los llamaba desdenosamente de los vaqueros, no podía imaginarse sino campesinos sabrían pegarse contra nobles, y se lanzó locamente ellos con su caballería.

Los Suizos, apretados unos contra otros y armados de largas clavijas, se le opusieron una defensa insuperable, mientras que ayudas ellos llegaban de la montaña; tomada entre dos enemigos, los Borgoñines se huyeron en desorden, abandonando todos sus equipajes y toda su artillería.

Una plebe pobre, ignorada hasta entonces, sin caballos y sin armas, había supido al potente duque de Occidente (1476).

Charles el Temerario, tomado entre las paredes de Nancy y un fuerte ejército de ayuda, intentó un asalto desesperado; rechazado con grandes pérdidas, se negó a huir: "si lo es necesario, combatiré solo," dice, y se lanzó con un punado de hombres sobre el ejército que le barría la carretera; en un momento, se tomó los Borgoñines se mató o; Charles estaba entre las muertes, y se reconoció su cadáver dos días más tarde.

El duque de Nemours no merecía ninguna piedad, pero la crueldad de Luis XI fue odiosa: él mismo pidió a los jueces torturarlo "bien estrecho", para arrancarle grandes gritos; luego lo hizo descabezar.

El duque de Alençon había participado a todas las conspiraciones.

Luis XI le hizo gracia varias veces, pero termina por cansarse, y se encerró al duque en una jaula de hierro, cuyo rey había dado el dibujo.

Luis XI no era caballeresco, pero gustaba a recompensar el heroísmo.

Después de la sede del Quesnoy, hizo venir a un joven caballero cuya valentía había observado, y le pasó al cuello una cadena de oro.

Luis XI estaba a su castillo de Plessis-les-Tours cuando se enteró de la muerte de su enemigo; él manda inmediatamente todos los grandes señores de los alrededores, para hacerles parte él mismo de la noticia: mucho entre ellos habían conspirado antes con el duque de Borgoña, y hubieran preferido enterarse de la muerte del rey, pero de alegrárselo todos afectaron, y Luis XI, que conocía sus verdaderos sentimientos, se divertía de esta comedia.