Los habitantes del Languedoc se renuncian a someterse; Ramón VII se vuelve a poner a las manos de sus enemigos, y el Tratado de París (1229) pone fin a la guerra de los Albigenses; los más potentes señoríos del mediodía se destruyen en favor de los derechos.

Mayor en 1236, Luis IX o San Luis es un rey realmente nacional: se muestra firme contra el Papa negándose a desnudar al emperador de Alemania Federico II (1239), y contra Federico II exigiendo él lo apuesta en libertad de obispos franceses (1241).

Una liga que se forma entre Inglaterra, Aragón, los señores del Poitou y Ramón VII, San Luis convoca la caballería y se avanza en el Poitou; el rey de Inglaterra es pegado a Taillebourg y a Santas (1242), y firma una tregua; los rebeldes se someten.

La toma de Jerusalén por los inexactos (1244) decide a San Luis que debe tomarse la cruz; se embarca a Agudas-Muerto (1248), reúne a su ejército a Chipre (1249), descarga en Egipto, se apodera de Damiette y adquiere una sangrienta victoria al Mansourah (1250); pero los cruzados, reducidos de mitad por los combates, agotados por el hambre y por las enfermedades, ceden al desaliento a pesar del rey y se fuerzan a volverse.

San Luis, después de haber asombrado a los Musulmanes por su dimisión cristiana, paga el rescate de su ejército, y deja Egipto (1250); luego viaja a Palestina hay valientemente durante tres años.